La limitación arbitraria y egoísta de la globalización liberal, meramente económica y financiera, la sufrimos ya en Europa al adoptar una moneda única. Pero ¿acaso implantamos al mismo tiempo una justicia única, una sanidad global, unos transportes unificados, una educación homogénea, una movilidad laboral, un derecho común?
Jose Luis Sampedro "El mercado y la globalización" 2005
En 2005 cuando parecía que el dinero nunca se iba a acabar y que los pisos nunca dejarían de subir, Jose Luis Sampedro ya anunciaba lo absurdo que era una moneda común con políticas fiscales y sociales diferentes. En la segunda parte de su libro nos cuenta como la globalización solo significa aumentar las desigualdades y la pérdida de poder de los pueblos.
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La
Globalización
La liberación de las operaciones financieras y monetarias
que con los actuales avances tecnológicos se pueden hacer en pocos segundos y a
nivel mundial, con total ausencia de control sobre ellas es lo que ha venido a
llamarse GLOBALIZACIÓN, donde un gran conjunto de decisiones económicas
importantes se toman fuera de los gobiernos (y por tanto del control
democrático de los ciudadanos) se toman desde el poder privado, desde esos grupos
económicos que mencionábamos en el capítulo anterior y que ahora son conocidos
como “los mercados”. Estos grupos económicos se pueden permitir el lujo de lanzar
ataques especulativos contra gobiernos o contra monedas como está pasando ahora
con el Euro con el único fin de obtener beneficio, sin importarles lo más
mínimo las consecuencias sociales o medioambientales que puedan acarrear.
Con la escusa de la libertad financiera y la
desregularización de los mercados se anteponen
los mecanismos e intereses capitalistas a el resto de aspectos de la
vida como los éticos, educativos, jurídicos, etc. Contra esa dependencia se
alzaron grandes luchas sociales en los siglos XIX y XX que nos llevaron al
actual “estado del bienestar” que ha mejorado la calidad de vida de millones de
personas de los países occidentales y que encumbró los sistemas socialistas en
muchos otros países. Tras el desplome de los países socialistas se ha dejado
paso libre a la expansión mundial del poder financiero y especulador.
Vivimos en una globalización económica pero no social. A
pesar de las mejoras científicas y tecnológicas, las desigualdades no solo no
disminuyen sino que crecen cada vez más concentrándose el dinero cada vez en
menos manos.
Otro mundo es posible donde una autoridad supranacional mire
por el interés común de todos los seres del planeta, donde la eliminación del
hambre, de la enfermedad y de la
violencia así como el acceso a la educación, vivienda y sanidad de calidad sin comprometer
el medio ambiente sea un objetivo global, sin egoísmos, sin fronteras. La
humanidad necesita alcanzar la mayoría de edad, debemos dejar de comportarnos
como niños y que la solidaridad entre todos los ciudadanos del mundo sea real.