domingo, 28 de febrero de 2021

Impuestos

 


Desde la antigüedad, a los hombres les ha sabido mal pagar impuestos. Hoy en día es normal escuchar frases del tipo: “es mi dinero”, “es un robo”, “si quiero algo me lo pago yo, no necesito al estado”. Muchos de estos se llaman “liberales” porque quieren “libertad” para poder gastar su dinero en lo que ellos quieran.
Pero esos liberales circulan por carreteras que ha construido el estado, hacen uso de puertos o aeropuertos construidos por el estado. Tienen luz y agua corriente en sus casas gracias a las infraestructuras construidas por el estado y si un día tienen una enfermedad tan grave como para que el tratamiento no puedan costeárselo, el estado también acudirá en su ayuda.
Y es que el estado con el dinero de los impuestos cubre un amplio espectro de servicios al ciudadano muchos de los cuales son el resultado de muchos años de lucha para que toda la población pueda disfrutar de ellos.
No hace tantos años que la población no disponía de médicos, profesores, asistentes sociales, pensiones para la jubilación o para cubrir enfermedades o accidentes que impidan trabajar, prestación por desempleo, prestación por maternidad tantas cosas que cuando llegaban, uno debía echar mano a los amigos, a vender lo poco que tenía o forzaba a las gentes a la miseria, al hambre o a la delincuencia.
Y todos estos servicios no se podrían dar sin un estado que recaude impuestos para poder satisfacerlos.

A lo largo de la historia muchos gobernantes han usado estos impuestos para su enriquecimiento personal y es lógico que los “tributantes” sean escépticos sobre el posible buen uso de los impuestos. En una democracia el modo de gastar estos impuestos debería ser la base de los programas electorales de los distintos partidos y debería haber una transparencia total sobre cada euro gastado.
Cuando votamos, elegimos nuestros representantes al parlamento y allí es donde se elaboran las leyes por las que nos relacionamos, pero también, al formarse el parlamento se elige quien va a detentar el poder ejecutivo, es decir, en qué se va a emplear el presupuesto del estado. Cada ministerio tendrá asignadas unas partidas del presupuesto y en base a ellas tendremos escuelas, autopistas, hospitales, policías, prestaciones sociales o aviones de combate.
También con los impuestos se puede ayudar a reducir la desigualdad entre los ciudadanos. Es justo que trabajo difíciles, penosos o que supongan mayor beneficio para la sociedad estén mejor remunerados (cosa por cierto que no se suele cumplir) pero que haya gente con ganancias superiores a 10 veces el SMI parece poco ético.
Y de ahí también surge la progresividad de los impuestos a mayores ganancias mayor porcentaje de impuestos a contribuir a la bolsa común.
 

Francisco de Vitoria, teólogo español del siglo XV considerado padre del derecho internacional dijo:


“Si los bienes se poseyeran en común serían los hombres malvados e incluso los ávaros y ladrones quienes más se beneficiarían, sacarían más y pondrían menos en el granero de la comunidad.”


Es decir no cabe duda de que el ser humano es imperfecto y tampoco podemos pensar que el estado va a resolver todos nuestros problemas.


El estado debe recaudar lo justo para la satisfacción de las necesidades básicas de sus ciudadanos. Donde situar ese nivel de necesidades vía impuestos es una labor difícil pero este debe ser uno de nuestros objetivos de cara a establecer un futuro estable y próspero y que evitarará muchos conflictos a generaciones venideras.

 

Imagen "Taxes - Illustration" by DonkeyHotey is licensed with CC BY 2.0. https://creativecommons.org/licenses/by/2.0/