jueves, 6 de septiembre de 2018

Inglaterra: La Revolución Gloriosa

Guillermo de Orange


La  Revolución Gloriosa de Inglaterra significó el fin del absolutismo en la Inglaterra del 1689.

Curiosamente esta revolución, mucho menos famosa que la francesa, no acabó con la monarquía en este país (monarquía que continúa actualmente). La revolución depuso a un monarca absolutista Jacobo II y lo sustituyó por un monarca constitucional venido de fuera, Guillermo de Orange. La diferencia era que este nuevo monarca no tenía poder absoluto sino que debía someterse a lo que se establecía en la Constitución. Una Constitución que era aprobada por el Parlamento inglés, que pasaba a tener de hecho, el poder legislativo, esto es, la facultad de elaborar leyes.

Este Parlamento, que ya no necesitaba la autorización del rey para para reunirse, era elegido por menos del 2% de la población pero sucesivamente, a lo largo de los años (y de los siglos) fue incrementando la población con capacidad para votarlo hasta llegar finalmente al sufragio universal ya en el siglo XX.

Entre las mejoras que se introdujeron en Inglaterra en aquella época estaba la recaudación de impuestos supervisada por inspectores que anotaban y rendían cuentas de lo que se recaudaba, la independencia del poder judicial donde los jueces ya no siempre se movían influenciados por la riqueza de los contendientes sino que velaban por el cumplimento de las leyes y sobre todo la protección de la ciencia y de los emprendedores. La protección de las patentes consiguió que fuera rentable para cualquiera invertir en una idea y pronto Inglaterra estuvo al frente de la innovación mundial, no en vano, allí fue donde se originó la Revolución Industrial.

Un detalle importante vigente desde el principio eran las “peticiones” donde cualquier persona podía realizar peticiones al Parlamento y que además eran escuchadas.

Así, mientras otros países (como España) seguían anclados en sistemas pasados donde las élites recogían la riqueza y donde la innovación estaba penada por la amenaza que producía a estas élites de perder su posición, Inglaterra se colocó al frente de la economía mundial y demostró que transferir poder a una parte bastante amplia de la sociedad era bueno para el país.

Un país próspero hoy en día se identifica por un gobierno comprometido con los servicios públicos, la ampliación de la educación y unas reglas de juego realmente equitativas.

Y por supuesto sin olvidar la independencia de los medios de comunicación que son los que sacan a la luz los posibles excesos que los otros poderes puedan cometer.



Imagen: Guillermo de Orange. De Manner of Willem Wissing - www.rijksmuseum.nl Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=417519