miércoles, 18 de marzo de 2015

El valor de la Democracia




Amartya Sen es un filósofo y economista indio que nació en Bangala cuando la India aún era británica. De hecho se licenció (1955) y doctoró (1959) en Cambridge cuando India ya era independiente (1947). Obtuvo el premio nobel de economía en 1998. De nacionalidad India siempre estuvo muy preocupado por el bienestar de la población.

De hecho una cita suya en un libro de microeconomía me impulsó a buscar algún libro suyo en la biblioteca. La cita era:
 “Dar dinero a los hambrientos en lugar de alimentos. En algunas zona afligidas por hambrunas de hecho, exportaban alimentos”, 
es decir hay lugares donde la gente pasa hambre, no porque no haya comida sino porque se reparte de forma injusta.

El libro que encontré era “El valor de la democracia” (ed. “El viejo topo” 2006) donde Sen realiza un ensayo defendiendo la democracia.

En primer lugar niega la tesis de algunas personas que asocian democracia a cultura occidental y que ponen como ejemplo el desastre que es Iraq desde que Sadam Hussein dejó el país para instaurarse una democracia. En contraposición presenta varios ejemplos históricos de pequeños ensayos democráticos en diferentes puntos de Asia mucho antes de la democracia griega.
En esos casos los gobernantes contaban con la gente para la toma de decisiones y es que para él, democracia no es solo votar, es debate público, es respeto a la opinión de los demás.

Una auténtica democracia es:
  • Participación política de los ciudadanos.
  • Instrumento de la ciudadanía para expresar demandas y necesidades.
  • Permitir a los ciudadanos aprender unos de otros permitiendo establecer valores y prioridades en consenso (función constructiva).

La democracia, expone, protege a los más débiles cuando acontece una crisis, todos los casos de grandes hambrunas solo se han dado en países donde no existía democracia.
En una auténtica democracia se protege la libertad para votar y para opinar, se respetan los derechos de cada ciudadano dentro de un marco legal, se garantiza la libertad de expresión, no existe censura de la prensa y la información puede circular libremente.
En las elecciones todos deben tener la oportunidad de expresar sus puntos de vista y sus programas y el electorado debe tener libertad para informarse.

Termina el ensayo haciendo unas reflexiones sobre la globalización, la cual defiende insistiendo en que globalizar significar aumentar las interrelaciones y el comercio entre todos los pueblos, lo que no implica imponer a los demás la cultura occidental. Los problemas y los argumentos de los que están contra la globalización se solucionarían si se cambiaran las formas para que los beneficios llegaran a los más pobres.

No cabe duda que el ensayo es interesante y que es importante para los que vivimos en democracia, conocerla, valorarla, saber que democracia no es solo votar cada 4 años y sobre todo que para que la democracia funcione bien, es fundamental:
  • El respeto a la opinión de los demás.
  • La transparencia en la gestión.
  • La libertad de prensa que debe fiscalizar las labores del gobierno.
  • Un marco legal establecido democráticamente.
  • La separación de poderes. 

Imagen: Amartya Sen 20071128 cologne.jpg. Autor: Elke Wetzig  Cc-by-sa-3.0. Creado: 28-Noviembre-2007 via  Wikipedia

sábado, 7 de marzo de 2015

El Derecho al Ocio


Paul Lafargue nació en 1842 en Santiago de Cuba, como Cuba pertenecía entonces a España era por tanto español, de padre francés. Sus padres se trasladaron a Francia cuando tenía 9 años y allí estudió. En 1865 conoció en Londres a Karl Marx y poco después se casó con una de sus hijas.
Entre sus obras ha caído entre mis manos una titulada “El derecho a la pereza”. En este libro, Lafargue defiende la jornada laboral de 3 horas como solución a los problemas de sobreproducción y de exceso de trabajo de los obreros de las fábricas de aquella época (finales del siglo XIX).
Es paradójico como aun en el siglo XXI en el que estamos, muchos problemas que plantea Lafargue aun se mantienen. Así, en aquella época, limitar la jornada laboral a 10 horas se veía como todo un triunfo de las reivindicaciones de la clase obrera, aunque, como indica su texto, esta ley que se aprobó en la Inglaterra en 1847, fue por el odio de los aristócratas terratenientes a los industriales.
En su libro resalta por ejemplo, el hecho de que los trabajos forzados de los presidios obligaban a trabajar 10 horas mientras que en la Francia de la Revolución tenían jornadas de hasta 16 horas en algunas fábricas.
En otro pasaje comenta que “una buena obrera no hace con el huso más de 5 mallas por minuto. Algunas máquinas tejedoras hacen 30.000 en el mismo tiempo. Por consiguiente, cada minuto de máquina concede a la obrera 10 días de descanso. Pero vemos que en lugar de prolongar su descanso, el obrero redobla su esfuerzo como si quisiera rivalizar con la máquina.”
En aquella época todos esos productos producidos en fábricas no podían venderse más que a burgueses o a gentes de otros países pues los obreros ganaban poco y no tenían tiempo más que para el trabajo. En el último capítulo expone que reduciendo las horas de trabajo los obreros podrían dedicarse a consumir los productos que ellos mismos producen.
Hoy en día hemos aumentado el tiempo de ocio y claramente hemos entrado en una época donde el “consumismo” ha permitido que siga funcionando el modelo capitalista. No obstante, la reducción de jornada como consecuencia de las mejoras tecnológicas ha avanzado poco desde 1847 y las cifras de paro ponen de manifiesto que deberíamos trabajar menos horas para que trabaje más gente.