Internet es una extensión del cerebro humano, el elemento más complejo de la Naturaleza conocida.
En la red todos los seres humanos somos iguales.
Estamos en una encrucijada histórica para nuestra civilización y quizás para nuestra especie, de nosotros depende que el ser humano prospere o desaparezca
Carl Sagan
sábado, 7 de marzo de 2015
El Derecho al Ocio
Paul Lafargue nació en 1842 en Santiago de Cuba, como Cuba pertenecía entonces a España era por tanto español, de padre francés. Sus padres se trasladaron a Francia cuando tenía 9 años y allí estudió. En 1865 conoció en Londres a Karl Marx y poco después se casó con una de sus hijas.
Entre sus obras ha caído entre mis manos una titulada “El derecho a la pereza”. En este libro, Lafargue defiende la jornada laboral de 3 horas como solución a los problemas de sobreproducción y de exceso de trabajo de los obreros de las fábricas de aquella época (finales del siglo XIX).
Es paradójico como aun en el siglo XXI en el que estamos, muchos problemas que plantea Lafargue aun se mantienen. Así, en aquella época, limitar la jornada laboral a 10 horas se veía como todo un triunfo de las reivindicaciones de la clase obrera, aunque, como indica su texto, esta ley que se aprobó en la Inglaterra en 1847, fue por el odio de los aristócratas terratenientes a los industriales.
En su libro resalta por ejemplo, el hecho de que los trabajos forzados de los presidios obligaban a trabajar 10 horas mientras que en la Francia de la Revolución tenían jornadas de hasta 16 horas en algunas fábricas.
En otro pasaje comenta que “una buena obrera no hace con el huso más de 5 mallas por minuto. Algunas máquinas tejedoras hacen 30.000 en el mismo tiempo. Por consiguiente, cada minuto de máquina concede a la obrera 10 días de descanso. Pero vemos que en lugar de prolongar su descanso, el obrero redobla su esfuerzo como si quisiera rivalizar con la máquina.”
En aquella época todos esos productos producidos en fábricas no podían venderse más que a burgueses o a gentes de otros países pues los obreros ganaban poco y no tenían tiempo más que para el trabajo. En el último capítulo expone que reduciendo las horas de trabajo los obreros podrían dedicarse a consumir los productos que ellos mismos producen.
Hoy en día hemos aumentado el tiempo de ocio y claramente hemos entrado en una época donde el “consumismo” ha permitido que siga funcionando el modelo capitalista. No obstante, la reducción de jornada como consecuencia de las mejoras tecnológicas ha avanzado poco desde 1847 y las cifras de paro ponen de manifiesto que deberíamos trabajar menos horas para que trabaje más gente.
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