sábado, 9 de marzo de 2024

ÉTICA XII: BENTHAM

 


 

Cuando estudié filosofía, el plan de estudios empezaba por Platón y acababa con Marx. El libro de Victoria Camps que tomo de referencia para estas entradas del blog dedica varios capítulos a otros autores más modernos y casi todos desconocidos para mí antes de comprar el libro. Después de Marx dedica un capítulo al utilitarismo.

Jeremy Bentham inventó el utilitarismo. Según él, el “principio de utilidad” consiste en que lo bueno es lo "útil" o lo que aumenta el placer y disminuye el dolor. Puesto que todos los hombres aspiran a ser felices y eso es indiscutible, los utilitaristas creen que el criterio de la moralidad no es otro que la felicidad de la mayoría.

El objetivo de una teoría moral es encontrar la manera de armonizar la felicidad individual y la felicidad colectiva. Utilidad y felicidad son, pues, dos ideas equivalentes, casi sinónimas. Las personas se mueven por el interés privado, buscan lo que les es útil porque aspiran así a la felicidad.
 
El principio de utilidad es a la vez un principio moral y político. Es moral porque ha de ser asumido por el individuo y es político porque el propósito es una legislación mejor.
 
No cabe duda de que el principio del utilitarismo es atractivo e incluso el más operativo cuando entran en conflicto intereses contrapuestos, como es habitual en las democracias modernas. 
 
Esta forma de pensar por la regla de la mayoría parece la única manera eficiente y rápida de zanjar un conflicto de intereses contrapuestos, pero hay un peligro si se contempla solo la autoridad de las leyes: Los derechos fundamentales que en ningún caso pueden dejar de ser respetados marcando un límite al cálculo de utilidades. Por ejemplo puede que los intereses de la mayoría consistan en construir escuelas y hospitales, pero puede ocurrir también que consistan en querer expulsar del territorio a los inmigrantes o en volver a instalar la pena de muerte allí donde está prohibida. Una ética de las consecuencias, como es la utilitarista, es aceptable siempre y cuando no se olvide que, además, hay principios.
 
La idea de bien común o interés público, imprescindible para el buen funcionamiento de la democracia no puede ser reducida sencillamente a una, por otra parte imposible, suma de intereses individuales.
 
Una ética basada en este planteamiento parece sencilla en esencia, "lo que haga feliz a la mayoría es lo aceptable" pero a la hora de aplicarlo a la realidad es mucho más complejo de lo que parece en principio. Establecer los límites al utilitarismo, es decir, cuales son esos principios o derechos fundamentales que en ningún caso se pueden violar no es una labor sencilla, se hace necesaria un reflexión adicional para decidir cómo y hasta donde llegan esos principios o derechos fundamentales.

 

Jeremy Bentham de Henry William Pickersgill Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=6584649

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