jueves, 14 de marzo de 2024

ÉTICA XIII: MILL Y TAYLOR

 

 


John Stuart Mill y Harriet Taylor fueron un matrimonio que aportaron grandes ideas a le ética en el siglo XIX. Aunque el autor de los escritos fue Mill, señaló a su esposa como la inspiradora y en parte también autora de lo mejor de todos sus escritos. Escribió: "todo lo que escrito durante muchos años es atribuible tanto a ella como a mí" aunque las críticas de Taylor a algunos escritos de Mill hacen que algunos autores pongan en duda esta total colaboración.

Aceptaron la definición que hizo Bentham del utilitarismo pero se distanciaron de él al sostener que los placeres se distinguen entre sí por la calidad y no sólo por la cantidad. Hay placeres mejores y peores:

Es mejor ser un hombre insatisfecho que un cerdo satisfecho; es mejor ser Sócrates insatisfecho que un loco satisfecho.

Los Mill piensan la función de las leyes y de las disposiciones sociales es armonizar el interés privado y el público. Así los Mill parecen destinar el criterio utilitarista a la valoración de la legislación o de las políticas, en cambio la moral individual consideran que es más compleja y que va más allá de la motivación por el placer.

Es por ello que en su libro "sobre la libertad" (que Mill declara haber realizado estrechamente con su esposa) hace una defensa entusiasta del valor intrínseco de la libertad individual y en especial de la libertad de pensamiento y de expresión, el medio más al alcance de cada persona para estructurar y manifestar su individualidad, que es un requisito previo para la creatividad y la diversidad. 
 
Este libro es un alegato contra la tiranía social, la tiranía de la opinión de la mayoría. Es un rechazo absoluto y contundente del paternalismo ejercido por el estado para preservar un supuesto bien de la persona; un bien que le pertenece solo a cada uno y en el que debe condenarse todo tipo de interferencia exterior.
 
Los límites del poder político y social para intervenir en la libertad de las personas tienen un denominador claro y es el daño o perjuicio a otros. Ir más allá, y ejercer este poder contra alguien con el fin de procurarle un bien o cualquier cosa que se considere que pueda beneficiarle no es legítimo:
 
Nadie puede ser obligado, justificadamente, a realizar o no realizar determinados actos, porque eso fuera mejor para él, porque le haría feliz, porque, en opinión de los demás, hacerlo sería más acertado o más justo. Son buenas razones para discutir, razonar y persuadirle, pero no para obligarle o causarle algún perjuicio si obra de manera diferente. 
 
Defiende el "genio" del individuo que se atreve a ser original y distinto. Quien se deja arrastrar por las tendencias de la masa cae en la mediocridad imperante, que es uno de los grandes peligros de la humanidad.
 
En su libro "sobre la libertad" se detiene especialmente en la consideración de la libertad de "pensamiento y discusión". La verdad absoluta no la tiene nadie sino que se descubre y se alimenta por el contraste de opiniones diversas. Por tanto carece de sentido una ley sancionadora por delitos de opinión. La diversidad de puntos de vista y de creencias es buena para combatir las "creencias muertas" que son aquellas que se aceptan por costumbre y sin discusión alguna. Además de potenciar la individualidad de las opiniones y creencias, valorar la opinión por el simple hecho de ser la manifestación de una mente individual es una vía para la protección de las minorías.  
 
En nombre del individualismo se oponen a la "ley del matrimonio" vigente en aquella época, que otorga al hombre poderes abusivos sobre la mujer y la mantiene bajo su dominio sin tener en cuenta su deseo o su voluntad. Sostienen que la igualdad de derechos hará a las mujeres menos sacrificadas y a los hombres menos egoístas.

Filósofos posteriores han puesto especial cuidado en distinguir entre el bien y la justicia que son dos conceptos que no se deben confundir y habrá que ver si es objeto de la ética regular ambos valores. El utilitarismo, por el contrario, deduce lo que es justo de lo que los individuos consideran que es bueno para  ellos, una deducción no solo falaz, sino éticamente peligrosa.
 
Ciertamente hoy en día obligamos a la gente a llevar el cinturón de seguridad en el coche o el casco en la moto, Hill no estaría de acuerdo con estas obligaciones, si uno quiere jugarse la vida está en su derecho, según su argumento. Investigando a Mill más en profundidad argumenta que la sociedad sí que puede intervenir para evitar el suicidio porque según él "una persona no tiene la libertad de renunciar a su libertad". Como comenté con Bentham los planteamientos éticos sencillos no son válidos, la ética no es tan fácil de formalizar.
 
No obstante no cabe duda de que Mill y/o su mujer sí que plantearon muchas ideas avanzadas para su tiempo sobre todo en la igualdad de la mujer.
 
 
 
Imagen:Gender equality scale remix de Ngozi osadebe.  Creative Commons Atribución-CompartirIgual 4.0 Internacional. Wikimedia Commons 

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